A nadie le gusta pasar por este “aro”, pero hoy vamos a hablar de un caso en particular: nuestro querido y único Kiwi. Un miniatura que, debido al paso del tiempo y a su condición física de “no me quedo quieto ni dormido”, ha experimentado un deterioro progresivo en sus discos L2 y L3, lo que le ha impedido realizar actividades básicas como correr o jugar, tal como a tu Bull le gustaría.
Los discos intervertebrales, cuyos problemas más comunes en L2 y L3 son las hernias discales, generan presión sobre los nervios cercanos, causando dolor, debilidad y otros síntomas. Estos fueron los primeros síntomas que detectamos en nuestro mini Bull Terrier, seguidos de una pérdida de movilidad en la zona trasera. Inmediatamente nos pusimos en contacto con nuestros especialistas, quienes tras una valoración de TAC decidieron realizar una intervención quirúrgica.
La intervención quirúrgica tiene como objetivo aliviar esta presión y corregir la anomalía en el disco afectado sobre los nervios, restaurando la función normal. El postoperatorio fue duro, ya que generalmente implica cuidados específicos, mucho reposo y, en algunos casos, terapia física para ayudar en la recuperación. Fue fundamental seguir las recomendaciones del veterinario para garantizar una recuperación óptima.
Además, ajustes en el estilo de vida, como ejercicios controlados y posiblemente cambios en la dieta, pueden ser sugeridos para prevenir futuras complicaciones.
La recuperación puede llevar tiempo, es necesario tener paciencia y es crucial seguir las indicaciones del veterinario para garantizar una curación adecuada y minimizar el riesgo de complicaciones a largo plazo. Cada caso es único, por lo que la atención veterinaria personalizada es fundamental para adaptar el tratamiento a las necesidades específicas de Kiwi. Gracias a que se ha actuado a tiempo, Kiwi progresa de manera adecuada.
Seguiremos sus pasos…